Los que gusten del
teatro clásico, sabrán que un barba es ese personaje que
permanece callado durante toda la función, embutido en su traje de época. No
debemos confundirlo con el figurante o comparsa, pues éste, aunque no hable,
puede moverse por el escenario. El barba no; permanece estático bajo la
diabla, con la mirada fija en un punto inconcreto. No habla, pero oye. No tiene
parlamento, pero, a fuerza de escucharlos, se sabe al dedillo el de todos los personajes de la obra.
Después de varias representaciones, sabe cuando un actor ha equivocado su diálogo, o cuando ha metido una morcilla por causa de un olvido momentáneo en
su monólogo. Pero no dice nada,
sólo calla, otorga, sufre, y pide que, para el buen fin de la representación,
aquellos errores no vuelvan a producirse.
DOR.
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