martes, 28 de junio de 2022

EL RÍO DEL HORCAJO

 

Para la ligazón de esta crónica, será necesario acudir a dos fuentes muy diferentes. La primera, con el que se abre el relato, se incluye dentro del frío y técnico contexto del BOE, la segunda, más mundana y terrenal, con la que se cierra la narración, tiene su principal fundamento en las tradiciones populares.                    

La disposición adicional decimotercera de la Ley 17/1999, de 18 de mayo, de Régimen del Personal de las Fuerzas Armadas, determina que a partir del 31 de diciembre del año 2002 queda suspendida la prestación del servicio militar,…

La disposición transitoria decimoctava de la mencionada Ley 17/1999 establece en sus tres primeros apartados distintas fechas determinantes del período transitorio del servicio y en su apartado 4, autoriza al Gobierno para modificar tales fechas…

Dado el nivel alcanzado en el proceso de profesionalización […] es oportuno en este momento proceder a la suspensión del servicio militar obligatorio.

En su virtud, a propuesta del Ministro de Defensa y previa deliberación del Consejo de Ministros en su reunión del día 9 de marzo de 2001,

D I S P O N G O:

Artículo 1.

Se adelanta al 31 de diciembre de 2001 la fecha de la suspensión de la prestación del servicio militar.

Artículo 2.

Los españoles que en dicha fecha se encuentren prestando el servicio militar o lo tengan pendiente […] pasarán a la reserva del servicio militar.

Disposición derogatoria única.

Quedan derogadas todas las disposiciones de igual o inferior rango que se opongan a lo dispuesto en el presente Real Decreto.

Disposición final única.

El presente Real Decreto entrará en vigor el día siguiente al de su publicación en el "Boletín Oficial del Estado".

Dado en Madrid a 9 de marzo de 2001.

JUAN CARLOS R.

El Ministro de Defensa,

FEDERICO TRILLO-FIGUEROA Y MARTÍNEZ-CONDE

 El texto que antecede es parte literal del texto del RD 247/2001, de 9 de marzo, por el que, el gobierno de entonces, adelantaba en un año la supresión del servicio militar. La ley 17/1999 ya reguló el régimen del personal militar profesional, quedando suspendidos el reclutamiento y la prestación del  servicio militar obligatorio.

Con la medida, cesaron los sorteos y cesó la incertidumbre de los destinos tras el periodo de campamento; finalizaron los cortes de pelo, las imaginarias y las guardias. Desaparecieron los quintos y, con su desaparición, se entibiaron algunas de las tradiciones relacionadas con ellos. Y digo entibiaron, porque, en algunos lugares, han comenzado a recuperarse. Una de ellas, quizá la más nombrada, es la fiesta de Los Mayos, en la que, desde antiguo, eran los quintos los encargados de cortar el mayo y colocarlo en el lugar más decoroso de la localidad. El caminante, camino de su afán, cuando faltan cuatro días para la celebración del Santo Isidro, pasa por Montejo de la Sierra, donde un mayo de considerable altura engalana la plaza mayor durante todo del mes.

Por la carretera que va a La Hiruela, a dos quilómetros del enhiesto mayo, un nuevo vial sale por la izquierda en dirección al puerto de El Cardoso. Por él recorrerá algo más de una legua, hasta llegar a la puerta de visitantes del hayal de Montejo. En un lugar habilitado en el arcén, bajo la cerrada sombra de los pinos, estaciona la máquina infernal. Nadie en el lugar; el silencio sería absoluto si no fuera por el perseverante fragor de las aguas del Jarama, y por el monótono martilleo de un picapinos. Por la carretera, a unos metros de la puerta del hayedo, un puente sobre la corriente del río une las provincias de Madrid y Guadalajara. Pasado éste, una vez en la comunidad de Castilla-La Mancha, un paso canadiense es la señal para tomar una senda que sale por la izquierda.

Salvada la corriente de un arroyuelo que baja en busca del Jarama, el caminante, que siempre tendrá el recurso del camino carretero que corre un centenar de metros más arriba, se arrima a la margen izquierda de río. Sabe que será difícil completar el trayecto junto a la orilla, pero lo intentará. Al otro lado de la corriente, en tierras de Madrid, las reverdecidas hayas ponen la nota de color en la umbrosa ladera. Durante dos quilómetros, el áspero cauce impondrá sus condiciones, obligando al caminante a salvar varias zonas de rocas. Superada la yincana llega, por fin, a una herbosa pradera, lugar donde el río del Ermito entrega su abundante caudal al Jarama.








Junto al horcajo, un nuevo dilema bulle en el magín del caminante. Mantenerse junto al Jarama supone vadear la corriente del Ermito, o bien, y esa será su elección, remontar su ribera, recorriendo los tres centenares de metros que lo separan del puente que salva la corriente. Trescientos metros de amable recorrido, entre rebollos y algún ejemplar de haya que ha tenido la osadía de crecer en la parte equivocada.






Pasado el puente, sigue el caminante por el carril, pues el Jarama ha quedado muy abajo y con una ladera excesivamente cubierta por la vegetación. Será un merecido descanso, durante el cual, siempre sin perder el sonido de la corriente, el camino marca su traza entre el pinar de la ladera diestra, y el tupido rebollar, recamado por algunos ejemplares de roble albar, que se extiende hasta la orilla del río.



Vuelve el caminante la querencia del agua; durante media hora vuelve a disfrutar de la herbosa ladera, hasta que, junto a los restos de unas antiguas corralizas, el curso del Jarama decide tomar dirección hacia poniente. Está en la cota 1420 y es el momento de modificar el rumbo que, hacia el norte, buscara el cordal que aparece en el horizonte inmediato. Y la única forma de conseguirlo es seguir, de la forma que sea posible, el valle del río del Horcajo. Según los mapas un recorrido de trazado incierto, con algo más de tres quilómetros –hasta la cota 1850-, lo que supondrá un considerable desnivel.


Tras bajar al fondo del barranco, constata la imposibilidad de caminar junto a la corriente. Excesiva vegetación en un terreno demasiado quebrado, que solamente le permitirá acercarse al agua en contadas ocasiones. Tiene que volver al lugar de las corralizas, para tomar una senda que se marca sobre uno de los bancales del pinar. Durante el recorrido, y aunque algunos consideran los pinares como desiertos biológicos, encontrará algunos rodales de acebos de considerable tamaño. Termina el pinar y el caminante deberá enfrentarse a la parte más abrupta del recorrido. Tras cruzar el arroyo junto a un rustico refugio de piedras, las laderas, tomadas por el piorno y el brezal, pondrán a prueba su voluntad en una subida que tendrá su fin en la traza del GR-88, que viene de la parte segoviana de Somosierra. Una vez pasada la fuente de Las Zarrias –de más que dudosa potabilidad- el GR se encarama sobre el cordal que discurre entre los valles del Horcajo y el Ermito, donde se muestran, impagables, las vistas que van desde la Cebollera Vieja hasta el Pico del Lobo. Es el antiguo camino de Riaza a El Cardoso de la Sierra. 












Comenzando sobre los pastizales, donde sestea el ganado, ahora, siempre en descenso, los cerros se hilvanan uno tras otro hasta llegar al camino, ya conocido, junto al lugar donde el pontón salva la corriente del Ermito. Tras media hora de recorrido, deja el carril tomando una trocha que lo llevará hasta el puente sobre el Jarama. Todo sigue igual en la puerta del hayedo; no existen señales de actividad, y la máquina infernal sigue tan solitaria como cuando la dejó en la mañana.










En el regreso, hace una parada en Montejo. Frente al ayuntamiento, aplomado junto a la escalinata de acceso al edificio, el mayo compite en altura con la espadaña de la vecina iglesia parroquial de San Pedro en Cátedra. Para contento del caminante, unos metros más allá, una original fuente-pilón de tres caños –uno de ellos inutilizado- mana con fuerza. En ella calmará la sed y hará sus abluciones antes del regreso. Un pilón que, según los cronistas de la localidad, juega un papel primordial en las tradiciones señaladas y que, por interesantes, se transcriben cuasi en su literalidad: El 1 de mayo se planta en la plaza un gran árbol cortado en los bosques del entorno. Al día siguiente y bajo la protección de sus ramas, se realiza el sorteo de parejas. Mediante la extracción de unas papeletas, los mozos y mozas del pueblo se emparejan al azar para ser mayo y maya durante un año. Además, los mozos eligen a un alcalde y las mozas eligen a la mayordoma. Durante la primavera los mayos tienen la obligación de retamar a sus mayas, al menos tres veces, antes del día de San Juan. Los mayos más jóvenes son los encargados de ir a por las ramas de la retama florecida y custodiarlas hasta la noche en que todos los mozos y al resguardo de la oscuridad, trepan hasta los balcones de sus mayas y los adornan con las flores de la retama.

Los mayos que hayan cumplido con sus obligaciones recibirán de su maya una cesta de rosquillas que le entregarán el día del cordero. En ese día mayos y mayas celebran el comienzo del verano con una comida campestre en los tinados del arroyo de la Mata. En la lumbre se cocinan los corderos y demás viandas que se han preparado con antelación y que se han comprado con el dinero proveniente del cobro de “la costumbre”. “La costumbre” era la aportación “voluntaria” que hacían los novios -que no eran de Montejo- de las mayas de la localidad. Era el alcalde de mozos el encargado de cobrar la costumbre, que solía ser un cordero y una arroba de vino; y si alguno se negaba, solía probar las cristalinas aguas del pilón de la fuente de los tres caños hasta que pagaba.

Una vez pasado el trámite el novio firmaba en el libro de los mayos y tenía la consideración de mozo del pueblo y ya no se le molestaba más. Todos los pagos y gastos quedaban recogidos también en el libro de cuentas, bajo custodia del alcalde de mozos, que no podía leer ningún casado a riesgo de caer al pilón también. Estos dos libros pasaban de mano de un alcalde a otro al finalizar su mandato.




¿Qué seríamos sin ritos y tradiciones?

DOR.