martes, 2 de abril de 2013

UN REINO SOBRE LOS ESQUISTOS


El nuevo intento de hacer la ruta de La Cabrera ha vuelto a malograrse. Si el 19 de enero fue la muy nombrada ciclogénesis explosiva, dos meses después, el 23 de marzo, un segundo gatillazo, esta vez con menos fundamento, ha quedado grabado en nuestro expediente caminero. La modificación de última hora, guió nuestra andadura hasta uno de los trechos del camino que, de antiguo, seguían las gentes de la zona para llegar hasta Uceda. Además, de esta forma, completábamos un nuevo tramo de la Senda del Genaro: El Berrueco - Patones.

Cuando llegamos a El Berrueco, la amenaza de lluvia se hizo realidad y nos obligó a hacer uso de capas y chubasqueros. En los preparativos, un lugareño sorprendido por la algarabía de aquel grupo de orates se interesó por nuestro destino. Sus menudos ojos brillaron cuando le nombré los cerros y arroyos por los que íbamos a pasar. Sus recuerdos se remontaron a las veces que, para vender el ganado en la feria, recorrió el trayecto hasta Uceda, pasando por Torremocha del Jarama.
Comenzamos la ruta caminando sobre el Canal de El Villar, aquel que, desde la presa del mismo nombre, lleva el agua hasta Madrid. Las sucesivas borrascas –disfrute para unos e incordio para otros- evidenciaban un claro aumento del nivel del embalse de El Atazar.

Con la mirada puesta en la Atalaya de Torrepedrera, el caminó ascendió suavemente hasta el descansadero del antiguo camino de Torrelaguna, donde dos pasos canadienses guardan el ganado del tráfico de la M-133. Desde el cerro donde se encuentra la torre, un desnudo paisaje marca el horizonte de nuestra ruta. La atalaya forma parte de una línea de vigilancia que, desde Talamanca del Jarama hasta Buitrago del Lozoya, hacía imposible, sin ser vistas, el paso de tropas enemigas. Traté de imaginar a una pequeña guarnición musulmana vigilando los caminos, y avisando, mediante almenaras, a las vecinas torres de Arrebatacapas en Torrelaguna, o la de Mirabel, en el camino a Manjirón.


    



El camino, ya en el término de Patones, discurre faldeando por entre el jaral, donde todavía son evidentes las secuelas del incendio de agosto de 2002. Tras vadear el arroyo de San Román, una vertiginosa bajada nos metió en el bosque de ribera del arroyo Patones, cuya corriente tuvimos que saltar en más de una decena de ocasiones. Con el caserío a la vista y el estómago recordándonos que era la hora de comer, el grupo se dirigió a las antiguas eras de poniente. Allí, sobre la pradería, dimos buena cuenta de la bucólica…, y de algunas especialidades culinarias.


La pretendida visita, en grupo, a la localidad resultó un fiasco. ¡Que difícil resulta poner de acuerdo a cuarenta individuos de la clase humana! ¿La solución?: cada cual por libre, y a las 15:30 todos en la puerta de la otrora iglesia, hoy oficina de turismo. Una placa, adosada a uno de sus muros, intenta resumir la historia/leyenda de Patones: …Hasta rey cuentas en tu historia. La dominación francesa te ignoró…Algunos han querido ver la figura de una monarquía con origen el la invasión musulmana, pero lo más probable, dada su lejanía de Uceda, de quien dependía administrativamente, es que se tratara de una sucesión de hombres justos, o jueces de paz, que, con ecuanimidad, solventaban los litigios entre vecinos, recibiendo el calificativo de Rey de Patones. También parece dudoso que la soldadesca francesa, acuartelada en Torrelaguna, ignorase el lugar; lo más probable es que aquel olvido se debiese a que había poco que desvalijar.


A la hora acordada iniciamos el descenso hacia la vega del Jarama, donde nos esperaba el autobús. Después de doscientos metros por una carretera atestada de vehículos esperando a sus dueños, entramos en la senda que junto al farallón calizo baja hasta la nueva población que los patoneros fundaron en la primera mitad del siglo XX. Al abrigo de las rocas, a modo de resumen, se hizo un detallado recordatorio de los terrenos que habíamos pisado durante la ruta. La primera parte de la ruta la hicimos sobre el granito, de origen magmático y plutónico, continuamos por terrenos pizarrosos, o sea, metamórficos, y acabamos encajonados entre las calizas formadas la sedimentación millonaría de conchas marinas. Un variado muestrario geológico en apenas 12 kilómetros.

A pesar de la frustración causada por el segundo intento fallido de conquistar los granitos de La Cabrera, la corta jornada caminera resulto interesante.   
    
DOR


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