viernes, 5 de mayo de 2023

EL PICO DEL NEVERO

Definitivamente, el tiempo está loco. Para la última semana del mes de abril, la previsión meteorológica anuncia temperaturas propias de la primera quincena de julio. Con esa perspectiva, el caminante fue muy cuidadoso en la elección del lugar adonde afanarse en éste último miércoles del mes de abril. Tras la tarea de búsqueda, decidió que su destino fuese la divisoria de aguas que forman los Montes Carpetanos. Y para dar más concreción al empeño, ascender por la ladera que va desde el municipio madrileño de Lozoya hasta el Pico del Nevero, previo paso por el puerto de Navafría.

Antes de salir, escuchada la información sobre el tráfico de la señorita del GPS, desestima el siempre problemático acceso por la A-1 y decide, confiemos que con acierto, llegar a su destino siguiendo el curso alto del río Lozoya, desde los puertos de Navacerrada y  Los Cotos.

Tras dejar atrás el Monasterio de El Paular, llega a Lozoya hilvanando varias localidades de raigambre serrana: Rascafría, Oteruelo, Alameda y Pinilla, las tres últimas con complemento toponímico común: del Valle. Apea la máquina infernal con el morro arrimado a un parquecillo, por el que corre el arroyo de La Fuensanta. Un lugar festoneado de grandes chopos, cuya sombra, a buen seguro, mitigará el sofocante sol de la tarde. Tras preparar los avíos, a contracorriente, sigue por un camino entablado que, con evidente tino, la municipalidad tiene instalado sobre la margen izquierda del arroyo. Siguiendo la carretera que sube al puerto, deja atrás el antiguo lavadero, hoy casa de cultura, y, tras superar una curva a derechas, un camino terrizo toma en dirección a poniente. Por él seguirá hasta salir de la población, justo en el lugar donde el arroyo de La Fuensanta recibe el tributo de las aguas del arroyo del Navarejo –Nevarejo en los antiguos mapas-.


 El camino, en ascenso, no tiene pérdida. Si alguna vez la traza se esconde bajo el verde herbazal, sólo tendrá que seguir la referencia de un musgoso muro, que queda a manderecha, y que forma parte de un recinto en el que se encierran varios prados, continuamente regados por una acequia que toma sus aguas del arroyo. Un centenar de metros más abajo, siguiendo la corriente a favor, en un idílico lugar, se encuentra la ermita de la Virgen de la Fuensanta. Tras la visita, el caminante continúa, siempre hacia el norte, en dirección al lejano cordal que se dibuja en el horizonte.




Su primer afán, aunque pierda algún tiempo, será localizar, trescientos metros más arriba, el azud que surte de agua a la acequia que corre por la pradera, y que riega los prados ya citados. Después, habrá de poner atención pues, caminados otro centenar de metros, deberá abandonar la compañía del agua, para, siguiendo la traza del viejo camino que comunicaba las localidades de Lozoya (Madrid) y Navafría (Segovia), internarse en el robledal, que al poco se convierte en un inmenso pinar de albares. Es un camino poco utilizado, en el que se necesita la inestimable ayuda de la brújula y, sobre todo, de la referencia de que hay que cruzar la carretera en tres ocasiones. Después del último cruce, la traza del camino carretero se hace más visible, serpeando por la ladera, siempre bajo el pinar. En la última revuelta, justo en el encuentro con un cortafuego, el caminante vuelve a perder la traza del camino. Tras unos instantes de duda, tres grandes piedras, estratégicamente situadas para impedir el paso a cualquier vehículo a motor, indican la continuidad del camino que, ahora, discurre por zona rocosa, y que ya no dejará hasta llegar al puerto de Navafría.










En el puerto, con una temperatura más que agradable, algunos ciclistas se toman fotos de grupo, después del esfuerzo de la subida por cualquiera de las dos vertientes. El caminante, por la parte segoviana de la linde provincial y siempre hacia poniente, comienza una rigurosa subida, de algo más de media legua, que terminará en los 2209 metros del Pico del Nevero. Son dos tramos claramente diferenciados: el primero, bajo el añoso pinar, con desniveles que, en algunos trechos superan el 25%, termina en el lugar llamado Alto del Puerto; el segundo, terminada la inestimable protección del pinar, discurre, con una pendiente moderada, entre rocas y algunas manchas de piornos y enebros rastreros. Un desolado lugar donde encontrará, además del último nevero de la temporada, vestigios, en piedra seca, de muros, casamatas y trincheras, todos restos de posiciones militares de la guerra civil.







Desde la cima, las vistas resultan casi inabarcables. Hacia el norte, al extremo de la accesible ladera segoviana, en el valle del río Cega, la localidad de Navafría; hacia poniente el cordal carpetano que llega hasta el Collado de Quebrantaherraduras, al pie de Peñalara; hacia el saliente, la parte del cordal que termina en el Puerto de Somosierra. Y hacia el meridión, la abrupta ladera madrileña que termina en el valle del Lozoya, y que será el camino de regreso del caminante. Al fondo del cortado, en un lugar que tiene toda la apariencia de ser la reliquia de un circo glacial, se encuentran dos lagunillas que unos nombran como Lagunas del Nevero y otros Lagunas de Hoyos de Pinilla o, simplemente, Lagunas de Pinilla.







Abandona el caminante la cima del Nevero por la ladera de poniente. Su afán será descender, entre rocas y piornos, hasta el sitio de  las lagunas, siguiendo los hitos de una cascajosa senda en la que habrá de poner toda su atención. Antes de comenzar el vertiginoso descenso, con las últimas nieves de Peñalara en el horizonte, termina con las provisiones. Las lagunas, parcialmente colmatadas por lodo orgánico y vegetación, se comunican entre sí y tienen, como salida natural, el llamado arroyo de Piedras Blancas.





Deja las lagunas por el sendero que transita por la ladera y que cruza el muro de separación entre los municipios de Pinilla del Valle y Lozoya. Sigue en dirección al otro regato que baja desde el Nevero: el arroyo del Hornillo. En la solana, al descubierto del sol de la tarde, el caminante encontrará placentero consuelo en la fresca corriente. Continúa por el sendero, con la vista puesta en un albo peñasco que se eleva sobre el verde intenso del piornal. Es la Peña del Cuervo, afloramiento de cuarzo lechoso que, al ser más resistente que las rocas gnéisicas del entorno, sufre una erosión notoriamente menor. Desde el promontorio, asomado al mirador, divisa su objetivo inmediato: el verde calvero donde se encuentra el área recreativa de El Mirador. Comienza el descenso sin camino definido; tras un corto eslalon por el piornal, localiza una senda, estrecha pero bien definida, que tiene pinta de poder llevarlo hasta su objetivo. Junto a una pared rocosa, cruza un arroyo que baja por la ladera. Unos metros más adelante, la senda entra en un magnifico pinar de albares, partido en dos por un espacioso cortafuego que, tras un corto recorrido, entra en la nava por la trasera de una fuente de fresco caño.










Al otro lado del área recreativa, el cortafuego continúa su descenso en dirección al valle. Por él seguirá el caminante durante cuatrocientos metros, hasta llegar al lugar donde el cortafuego toca tangencialmente una cerrada curva de la carretera. En ese punto, un camino desciende en busca del arroyo que ya pasó anteriormente.



Pasado el arroyo, el paisaje se trasforma. La altitud manda; por debajo de la cota 1500 los pinos dejan paso al rebollar. El caminante, bajo los troncos aún desnudos, deberá sortear varios atascaderos que enfangan el camino. Pasado el problemático tramo, el camino, que sigue en descenso, se encajona entre añosos muros de piedra. En la cota 1250 la temperatura ha subido considerablemente y la naturaleza nota el cambio. Verdea el follaje del robledal y, en un estallido de color, comienza a romper la floración de gamones, cantuesos, acianos y nazarenos.







La civilización se muestra cuando el caminante, upado sobre el último otero de la jornada, divisa el caserío de Lozoya. De nuevo el entablado de la pasarela volada sobre el arroyo de la Fuensanta, que lo llevará hasta la sombra de la chopera donde dejó la máquina infernal.  



DOR

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