lunes, 9 de junio de 2014

EL REFUGIO DEL REY

Han pasado trescientos cincuenta y cinco días desde que el caminante, gustosamente, colaboró en la preparación de la ruta. Aunque ha pasado mucho tiempo, recuerda que la intención primigenia incluía la subida al Morezón, pero solamente se quedó en eso, en la intención. También recuerda que, cuando terminó aquella jornada, se apuntó la huera intención de recortar el recorrido: llegar al mirador y regresar al aparcamiento, lo que más que un recorte significaba capar la parte más interesante de la ruta. Casi un año después, el último día del mes de mayo, con aquel objetivo castrador olvidado, cuarenta incondicionales de los paisajes, con más aptitud de lo que ellos mismos creen, se pusieron en camino hasta La Plataforma de Gredos.

La Plataforma, dentro de lo que es habitual en un fin de semana, presentaba la consabida imagen de zoco marroquí: gran cantidad de vehículos, cambios de calzado y demás preparativos andariegos. Hasta el Prado de las Pozas, un incesante ir y venir de familias, niños y paseantes ocasionales. Es el pontón de cemento sobre el arroyo, el lugar de selección para los que no tienen intención de superar el primer desnivel importante. Los cerca de doscientos metros de desnivel hasta el punto más alto de Los Barrerones, hacen desistir a muchos de aquellos que imaginaban un tranquilo paseo mañanero.


Comenzamos a pisar nieve antes de llegar al mirador. Los temporales de los últimos días ponían un blanco contraste sobre la suciedad de las nevadas anteriores. Junto al cartelón del mirador, una cabra omnívora, habituada al gentío, daba buena cuenta de todo lo que los visitantes le ofrecían. Tal parecía como si la Junta la hubiese puesto de reclamo publicitario. Empero lo importante del lugar no es la cabra, sino el imponente circo glacial que desde allí se divisa, y la salida natural de la laguna, la Garganta de Gredos, cuyas bravías aguas se despeñan en sordo rumor hasta su encuentro con el Tormes. El caminante tiene leído que, en 1916, un descerebrado proyecto pretendía hacer del circo un inmenso embalse para, taladrando la cadena de montañas, llevar el agua hasta los campos de la comarca de La Vera. El proyecto anduvo en los cajones del ministerio correspondiente hasta que, en 1936, afortunadamente, se abandonó. Desde el mirador, resultó dificultoso para algunos llegar a distinguir la silueta del refugio Elola, mimetizado sobre los grisáceos canchales. Medio centenar de metros más abajo, una vez abandonado el transitado camino que baja hasta la Laguna Grande, iba a comenzar la demostración de que querer es poder.


Un pequeño hito indica el inicio del camino a seguir. La senda, que tercamente comienza una tendida subida con dirección SE, se abre camino manteniendo el Circo de Gredos siempre a manderecha, y las nevadas canales del Morezón en el horizonte. Varias fueron las paradas de reagrupamiento, pero el tesón pudo con el recio abajadero. Tras pasar la cuerda, ya con la imagen del circo oculta detrás del Morezón, comenzaba algo nuevo para algunos de los concurrentes: caminar por nieve sin pisar.


Los neveros de Navasomera eran todo un espectáculo. Al resguardo del Morezón y del Cerro de la Cagarruta, la nieve ponía un punto de aventura en el confuso seguimiento del los hitos del camino. Resbalones, hundimientos, mojaduras,…todo superado con tesón y ganas de hacer cosas diferentes. Al igual que en la previa, el abundante deshielo en las herbosas praderas condicionó el trayecto prefijado. Parecía imposible superar la cantidad de lagunillas y escorrentías, hasta que la perseverancia, y la ayuda salvadora de una lengua de nieve, nos sacaron del atascadero. En medio del nevero, antes de coronar el cerro, como apoteosis de la superación de la prueba, la foto del grupo.












Desde el otero, hacia el saliente, con el telón de fondo de la negritud de las barranqueras de La Mira, se recorta el Puerto de Candeleda. El caminante, antes de iniciar la bajada al Refugio del Rey, cavila sobre los tiempos en que los pastores, para liberarse de pagar el portazgo del Puerto del Pico, se servían del de Candeleda para llevar los rebaños desde el Sexmo de Piedrahita hasta tierras extremeñas, ahorrando, además, dos días de viaje. Y en su cavilación trata de imaginarse ese mismo camino durante los crudos inviernos serranos.


Junio 2013

Justo cien años después de su construcción, el grupo llega al Refugio del Rey. El refugio, que evidentemente ha conocido tiempos mejores, deja constancia de que debió ser una sólida construcción. Erigido en un mirífico lugar, junto a una fuente de refrescantes aguas, sirvió de cobijo para cazadores y montañeros hasta que la desidia acabó con él. Es la hora de la comida y un frío bóreas, como si del crudo invierno se tratase, obliga al grupo a buscar trascacho tras los ruinosos muros.


Tras la comida, sin camino definido, siguiendo una arroyada que, poco a poco, va aumentando su caudal, el grupo baja hasta la Garganta de Prado Puerto donde, en anteriores ocasiones, el caminante fue recibido por varias manadas de cabra montés. El ahora plácido camino sigue el curso del agua, por la llamada Trocha Real, hasta llegar a La Plataforma.



Junio 2013

Junio 2013

Junio 2013




Resguardados del relente de la fría tarde, bajo el tinglado de madera del aparcamiento, los cuarenta integrantes del grupo celebran el animado alboroque del final de la temporada oficial. Entre rosquillas, bollos y sidra, el caminante, con afán gulusmero, observa los rostros de cada uno de los andariegos. Carece de conocimientos de sicología, pero le parece asuntar que todos se encuentran satisfechos con la áspera jornada vivida; y que sus semblantes y comentarios son la mejor encuesta sobre una actividad a la que siempre conviene poner, en cada salida, un poco de frenesí montañero, abandonando, si es posible, las extrañas conmixtiones que llegan a solaparse con el quehacer organizativo de otras actividades.       

DOR

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