Han pasado trescientos cincuenta y cinco días desde que el caminante,
gustosamente, colaboró en la preparación de la ruta. Aunque ha pasado mucho
tiempo, recuerda que la intención primigenia incluía la subida al Morezón, pero
solamente se quedó en eso, en la intención. También recuerda que, cuando
terminó aquella jornada, se apuntó la huera intención de recortar el recorrido:
llegar al mirador y regresar al aparcamiento, lo que más que un recorte
significaba capar la parte más interesante de la ruta. Casi un año después, el
último día del mes de mayo, con aquel objetivo castrador olvidado, cuarenta
incondicionales de los paisajes, con más aptitud de lo que ellos mismos creen,
se pusieron en camino hasta La Plataforma de Gredos.
La Plataforma, dentro de lo que es habitual en un fin de semana,
presentaba la consabida imagen de zoco marroquí: gran cantidad de vehículos,
cambios de calzado y demás preparativos andariegos. Hasta el Prado de las
Pozas, un incesante ir y venir de familias, niños y paseantes ocasionales. Es
el pontón de cemento sobre el arroyo, el lugar de selección para los que no
tienen intención de superar el primer desnivel importante. Los cerca de
doscientos metros de desnivel hasta el punto más alto de Los Barrerones, hacen
desistir a muchos de aquellos que imaginaban un tranquilo paseo mañanero.
Comenzamos a pisar nieve antes de llegar al mirador. Los temporales de
los últimos días ponían un blanco contraste sobre la suciedad de las nevadas
anteriores. Junto al cartelón del mirador, una cabra omnívora, habituada al
gentío, daba buena cuenta de todo lo que los visitantes le ofrecían. Tal
parecía como si la Junta la hubiese puesto de reclamo publicitario. Empero lo
importante del lugar no es la cabra, sino el imponente circo glacial que desde
allí se divisa, y la salida natural de la laguna, la Garganta de Gredos, cuyas
bravías aguas se despeñan en sordo rumor hasta su encuentro con el Tormes. El
caminante tiene leído que, en 1916, un descerebrado proyecto pretendía hacer
del circo un inmenso embalse para, taladrando la cadena de montañas, llevar el
agua hasta los campos de la comarca de La Vera. El proyecto anduvo en los
cajones del ministerio correspondiente hasta que, en 1936, afortunadamente, se
abandonó. Desde el mirador, resultó dificultoso para algunos llegar a
distinguir la silueta del refugio Elola, mimetizado sobre los grisáceos
canchales. Medio centenar de metros más abajo, una vez abandonado el transitado
camino que baja hasta la Laguna Grande, iba a comenzar la demostración de que querer es poder.
Un pequeño hito indica el inicio del camino a seguir. La senda, que tercamente
comienza una tendida subida con dirección SE, se abre camino manteniendo el
Circo de Gredos siempre a manderecha, y las nevadas canales del Morezón en el
horizonte. Varias fueron las paradas de reagrupamiento, pero el tesón pudo con el
recio abajadero. Tras pasar la cuerda, ya con la imagen del circo oculta detrás
del Morezón, comenzaba algo nuevo para algunos de los concurrentes: caminar por
nieve sin pisar.
Los neveros de Navasomera eran todo un espectáculo. Al resguardo del
Morezón y del Cerro de la Cagarruta, la nieve ponía un punto de aventura en el confuso
seguimiento del los hitos del camino. Resbalones, hundimientos, mojaduras,…todo
superado con tesón y ganas de hacer cosas diferentes. Al igual que en la
previa, el abundante deshielo en las herbosas praderas condicionó el trayecto
prefijado. Parecía imposible superar la cantidad de lagunillas y escorrentías,
hasta que la perseverancia, y la ayuda salvadora de una lengua de nieve, nos sacaron
del atascadero. En medio del nevero, antes de coronar el cerro, como apoteosis
de la superación de la prueba, la foto del grupo.
Desde el otero, hacia el saliente, con el telón de fondo de la
negritud de las barranqueras de La Mira, se recorta el Puerto de Candeleda. El
caminante, antes de iniciar la bajada al Refugio del Rey, cavila sobre los
tiempos en que los pastores, para liberarse de pagar el portazgo del Puerto del
Pico, se servían del de Candeleda para llevar los rebaños desde el Sexmo de
Piedrahita hasta tierras extremeñas, ahorrando, además, dos días de viaje. Y en
su cavilación trata de imaginarse ese mismo camino durante los crudos inviernos
serranos.
Junio 2013 |
Justo cien años después de su construcción, el grupo llega al Refugio
del Rey. El refugio, que evidentemente ha conocido tiempos mejores, deja
constancia de que debió ser una sólida construcción. Erigido en un mirífico
lugar, junto a una fuente de refrescantes aguas, sirvió de cobijo para cazadores
y montañeros hasta que la desidia acabó con él. Es la hora de la comida y un
frío bóreas, como si del crudo invierno se tratase, obliga al grupo a buscar
trascacho tras los ruinosos muros.
Tras la comida, sin camino definido, siguiendo una arroyada que, poco
a poco, va aumentando su caudal, el grupo baja hasta la Garganta de Prado
Puerto donde, en anteriores ocasiones, el caminante fue recibido por varias
manadas de cabra montés. El ahora plácido camino sigue el curso del agua, por
la llamada Trocha Real, hasta llegar a La Plataforma.
Junio 2013 |
Junio 2013 |
Junio 2013 |
Resguardados del relente de la fría tarde, bajo el tinglado de madera
del aparcamiento, los cuarenta integrantes del grupo celebran el animado alboroque
del final de la temporada oficial. Entre rosquillas, bollos y sidra, el
caminante, con afán gulusmero, observa los rostros de cada uno de los
andariegos. Carece de conocimientos de sicología, pero le parece asuntar que
todos se encuentran satisfechos con la áspera jornada vivida; y que sus
semblantes y comentarios son la mejor encuesta sobre una actividad a la que
siempre conviene poner, en cada salida, un poco de frenesí montañero,
abandonando, si es posible, las extrañas conmixtiones que llegan a solaparse
con el quehacer organizativo de otras actividades.
DOR
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