domingo, 4 de mayo de 2014

LA PUENTE MOCHA

Al caminante, que se encontró por primera vez con la Puente Mocha en el año 2009, le llegó la noticia de que la Comunidad de Madrid, con aportación del Ministerio de Fomento, ha empleado cerca de un cuarto de millón de euros en una más que necesaria rehabilitación, que terminó en el verano del pasado año. Teniendo en cuenta de que no necesita de mucho estímulo para visitar las vivificantes pinadas del valle del Cofio, aprovecha la ocasión para comprobar la rehabilitación y, si las fuerzas lo permiten, reconciliarse con el paisaje desde la cima de La Cabreruela.

Hasta 1999 Valdemaqueda fue un pueblo sin término municipal. En esa fecha, la Comunidad de Madrid hizo valer el derecho de tanteo, lo que le permitió adjudicarse más de 1700 hectáreas que, a causa de una antigua concesión, eran propiedad de la Unión Resinera Española. En nuestros días, después de la oportuna cesión al ayuntamiento, y aunque con alguna excepción, los encinares y pinares son patrimonio de todo el que quiera disfrutarlos.

El caminante, en el cuarto día del mes de abril, se apea en la parada de autobús que hay a la entrada de la población. Desde allí, entre añosas encinas y pinos de gran porte, un camino carretero baja en busca de la pista forestal, continuación de un ancho vial asfaltado, al que los valdemanqueños, con desacierto histórico, llaman  avenida del Puente Romano. En lo que sí están acertados es en estar orgullosos de la magnificencia del puente y de su cuidado entorno. Tan es así, que figura como símbolo principal en el escudo heráldico de la población.





La Puente Mocha se asienta sobre un gran lanchar granítico que le sirve de inmejorable cimentación. Aunque cuenta con cuatro arcos de medio punto y dos portillos aliviadores adintelados en los extremos, los lugareños, por aquello de seguir enredando la evidencia, también lo nombran como Puente de los Cinco Ojos. El caminante, mientra cruza al otro lado del río, aprovecha para hacer una medición aproximada del tablero en lomo de asno: 55 metros de sólida construcción, con tajamares a prueba de crecidas. Allí el antiguo camino queda cortado por una finca particular, cuya valla, equipada con sensores de presencia, impide llegar hasta la Casa de Villaescusa y la Fuente de la Duquesita. Cuentan las crónicas que el puente vio pasar gran parte de la madera utilizada para la construcción del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.




El caminante abandona el puente y su entorno, y avanza por la margen derecha del río hasta llegar a la desembocadura del arroyo que baja desde Valdemaqueda. Siempre en dirección a poniente, ataja entre los pinos hasta llegar a un camino carretero que, entre bolos graníticos, serpentea hasta la raya de la provincia de Ávila. Se deja llevar hasta el valle que forma el arroyo de La Hoz y, a contracorriente, vadeándolo por tres veces, progresa sobre la línea interprovincial que discurre bajo la ladera del Risco del Águila. En el último vado, la ruta marcada gira 180º, y una pista de excelente piso va tomando altura hasta llegar a un cruce de caminos, donde el caminante hace un descanso, toma fuelle, y, con decisión, comienza el ascenso hasta el vértice geodésico de La Cabreruela. Allí, junto al refugio, la solitaria compañía de una oveja que, por la longitud su pelambre, debe llevar algún tiempo perdida en aquellas soledades.











Desde el refugio, una desdibujada senda comienza un acusado descenso por la ladera de la solana. Los troncos caídos interrumpen la vereda obligando al caminante a saltar, buscar alternativas y modificar continuamente el recorrido, hasta llegar a un camino de más entidad. Entre sol y sombra, dedica media hora a comer y reponer las fuerzas necesarias para terminar la ruta.


Ahora, orientado hacia el saliente, solamente le queda superar las rampas del Risco del Águila para, sobre el collado, recrearse con la majestuosidad del vuelo pausado de los buitres. Un refrescante cernidillo se descuelga de las negras nubes que comienzan a avanzar desde el oeste, y el caminante, con el pueblo en el horizonte, aprieta el paso hasta el caserío, donde llegará con el tiempo justo de tomar el autobús hacia Madrid.     

DOR

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