El diez de abril de 2013, cuando consumía
el último trecho de un recorrido por el entorno del puerto de San Juan de
Malagón, el azar determinó que el caminante tuviese un fortuito encuentro con
Modesto González Velasco, fraile agustino, y archivero del Real Monasterio de
San Lorenzo de El Escorial. El sitio de aquel encuentro fue sobre el pontón que
salva el curso de la briosa corriente del arroyo del Batán, cerca de la ermita de la Virgen de Gracia. Y fue ese, el
origen del nombre, el inicio de una más que provechosa conversación. ¿Conoce el origen del nombre del arroyo?,
preguntó Modesto. El caminante se dejó llevar por el vasto saber de aquel
hombre que, desde que llegó del seminario que la orden tenía en Leganés,
llevaba medio siglo adquiriendo conocimiento sobre el Real Monasterio y su
entorno. “Un par de quilómetros más
arriba -argumentó Modesto-, por
encima de la presa, se encuentra el antiguo batán, donde los jerónimos, primera
orden que se hizo cargo del monasterio, lavaban los hábitos de la comunidad y
abatanaban la lana, con la que después comerciaban”.
Como era previsible, aquel breve
encuentro despertó la curiosidad sobre la historia del edificio, que el
caminante había conocido como venta de carretera. La indagación lo llevó hasta
Gabriel Sabau, cronista que fue del municipio, que en su obra Historia de San Lorenzo de El Escorial,
nos cuenta que el pliego de condiciones para su construcción se fijó en 1582, y
que las obras fueron adjudicadas a Juan Romero y Francisco Rodríguez. El edificio,
que se construyo en dos años, tiene, por causa del desnivel del terreno, dos
plantas en su parte sur y una en la parte norte. En 1870 se subastaron varias
fincas que habían pertenecido al Monasterio: El Castañar, Las Radas, Prado
Tornero, Prado Nuevo, El Campillo, Cuelgamuros, La Granjilla,… Como dato
curioso, señalar que, gracias al incumplimiento del remate de la subasta, la
finca de La Herrería, que salía por 191.000 pesetas, se salvó de que pasará a
manos particulares. Por el edificio del Batán se pagaron 4.400 pesetas. Diecisiete
años después de aquella subasta, el pintor madrileño Antonio Graner y Viñuelas dejó
constancia de la grandeza del lugar en un óleo, pintado sobre lienzo, catalogado
por Museo del Prado con el título Arroyo
del Batán (Escorial). La obra, que fue adquirida al autor, en la actualidad
se encuentra en depósito en el edificio de la Diputación Provincial de La
Coruña.
Óleo de Antonio Graner y Viñuelas |
La corriente del Batán, que ha comenzado
su andadura en el Puerto de la Cruz Verde, va incrementando su caudal con las
aportaciones de varios arroyos, hasta que, una vez que pasa bajo el puente
romano de El Escorial, cambia su nombre por el de río Aulencia. Y así, ya con su
nueva denominación, tiene los suficientes arrestos para, sobre todo en años de
lluvias y nieves, colmar el embalse de Valmayor. Aguas debajo de la presa, el
Aulencia se encajona entre granitos tallando un solitario cañón que el
caminante, en el tercer martes del mes de enero, se propone recorrer.
El autobús del Consorcio llega, en unos
cincuenta minutos, hasta el campus que la Universidad Carlos III tiene en la
localidad de Colmenarejo. Más allá de la instalación docente, no existe más
que…naturaleza. Terminado el asfalto, un camino terrizo se orienta hacia el
mediodía. Tras diez minutos de agradable paseo, el caminante toma una
desviación que sale por su izquierda, y que va en dirección contraria a la del
río Aulencia. El motivo no es otro que el de rendir visita al que llegó a ser
el filón de cobre más importante de la provincia de Madrid: la mina Antigua
Pilar. Entre coscojas, enebros y retamas, aun son visibles parte de las
instalaciones que fueron abandonadas cuando, en 1.909, se produjo un incendio
en el pozo maestro, cuyo edificio, aún en pie, es único en toda la Comunidad de
Madrid.
Realizada la visita, ahora sin sendero
definido, desciende hasta un arroyuelo, en busca del viejo camino que une las
poblaciones de Villanueva del Pardillo y Colmenarejo. Cuando el camino llega al
lugar por donde pasa la soterrada conducción de aguas de Valmayor, el caminante
se orienta hacia poniente. Media hora después del cruce de caminos, entre
retamas y enebros de gran porte, llega hasta el Aulencia. En el lugar donde,
tiempo ha, hubo un molino harinero, se encuentra una pequeña presa que quedó
sin uso al entrar en funcionamiento la de Valmayor. Los técnicos, conocedores
de asunto, aseguran que se encuentra prácticamente colmatada de lodos tóxicos
provenientes de vertidos urbanos. En la margen izquierda, colgados sobre la
ladera, los antiguos depósitos de aguas turbias completan las instalaciones de
la vieja presa. Bajo el sólido muro de los depósitos, cuando todo da a entender
que no existe salida alguna, una minúscula senda se abre camino hasta la orilla
del río. La senda, guiada por la rumorosa corriente, sigue la antigua
conducción que llevaba el agua, desde de la presa, hasta las localidades de
Villanueva de la Cañada, Villanueva del Pardillo, Brunete y Quijorna. Es casi
una legua de escabroso e intransitable cañón de no ser por el sendero que,
buscando los mejores pasos, sube y baja por la ladera. El caminante termina el
recorrido fluvial junto al conjunto que forman las ruinas de un molino harinero
y un puente que cruzaba al otro lado del Aulencia, y del que solamente quedan
los sólidos arranques de piedra. Los viejos mapas señalan, en este corto trecho
recorrido, los molinos de Sopas, el de la Bernabea, el de Marcos y el del Señor
Méndez.
Cruzar a la otra orilla en el lugar de
Puente Caído, sólo tiene dos alternativas: atravesar la corriente por el
arenoso vado, o, guardando el equlibrio, pasar sobre un pequeño acueducto que cruza
al otro lado. El caminante, que no tiene interés alguno en descalzarse, se decide
por la segunda opción. En la otra orilla, tras pasar bajo la espesa sombra de
un pequeño pinar, un camino comienza una perseverante subida. Una hora después
de abandonar la corriente del Aulencia, antes de llegar a un picadero de
caballos, el caminante salta una valla de alambre para seguir una solitaria
senda que baja hasta una urbanización.
Un último zarzo para entrar en un vial
asfaltado, cuyo recorrido lleva al caminante hasta las inmediaciones del
caserío de Valdemorillo. En el Caño de San Juan, junto al paso de la Cañada
Real Segoviana, el caminante realiza las últimas abluciones del día. Luego,
frente a la remozada ermita del santo, la espera del autobús y el regreso a La
Corte.
DOR
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