Estuve varios meses
esperando mi oportunidad. Después de la derrota en Los Claveles, ni un solo día
dejé de pensar en aquella jornada de viento que me impidió el paso por la
mítica cima.
En un día frío como
pocos, pero claro y transparente, me propuse superar el descontento producido
por aquel inclemente día del mes de julio. Tras superar el vértigo del estrecho
paso, cuando llegué a la Laguna de los Pájaros, al levantar la mirada hacia el
estilizado pico, sentí la laxitud que produce la satisfacción del compromiso
cumplido. Fue tal la sensación, que, aunque la laguna era un bloque de hielo
por cuya superficie se podía caminar, no sentí el intenso frío. Calíope,
misericordiosa, volvió a ayudarme a extractar la alegría de aquella
victoria.
Regresé con las fuerzas
renovadas
para hollar tus
carcomidas lomas;
para robar del piorno
los aromas,
sin ayuda de dioses ni
de hadas.
Remonté por las trochas
desgastadas,
que a poniente van por
peñas romas,
a saber la razón por la
que asomas
tus fieros riscos sobre
las pinadas.
Evocando la primera
desventura
logré, por fin, subir a
los altares,
ahíto de paciencia y de
pavura.
Me sentí el monarca de
esos lares,
superando el temido mal
de altura,
y domando los agudos
cuchillares.
DOR
No hay comentarios:
Publicar un comentario